La novela del autor mexicano Juan Rulfo ha supuesto uno de esos “bestsellers” de mucho tiempo, desde su publicación en 1955 se sucedieron ediciones y más rediciones de la novela corta que ha sido tan leída durante tanto tiempo y que sigue siendo considerada una de las grandes obras literarias del Siglo XX, una influencia a la que el han rendido honores escritores de gran fama que encontraron en “Pedro  Páramo” la obra de un talento literario como ninguno, Borges la consideró una de las mejores novelas latinoamericanas del siglo XX y García Márquez la consideró uno de los mejores libros que leyó jamás, a  muchos más autores deslumbró y a muchas  generaciones  ha cautivado y seguirá cautivando.

 Rulfo nos lleva de la mano de una historia que algunos sitúan como parte de un movimiento que llegaría después “realismo mágico” a la historia del México rural, la guerra mexicana, las realidades y las esperanzas, el escribir en un estilo propio y diferente que ya ha llevado trabajo de expertos al tratar de comprender qué llevo a Rulfo a escribir “Pedro Páramo” en una sucesión de capítulos que no llevan una secuencia lógica.

La historia que se nos traslada de Juan Preciado camino a Cómala para encontrar a su padre, cumpliendo la promesa hecha a su madre en el lecho de muerte, nos lleva a un pueblo fantasmal a donde todo parece nada atractivo y Juan Preciado se encuentra con un padre y su imagen idealizada que no corresponde a la realidad, el hombre joven tiránico y ambicioso, el adulto amargado y frustrado por un amor que no se logró cristalizar. Un hijo que va tras la imagen que se ha forjado en su pensamiento del padre ausente, idealizado, superior, diferente, sus alucinaciones auditivas y visuales, que ya han hecho pensar a los expertos en una condición mental de nuestro protagonista Preciado y no con ese estilo que ya se conoce como el realismo mágico de la literatura de Latinoamérica posterior a Pedro Páramo, sea por lo que sea, la desfragmentación de las situaciones, los personajes, la novela toda, esas palabras con las que empieza “Vine a Cómala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo” calan hondo y te hacen leer hasta el final, una novela corta ciertamente, y maravillarte como se maravillaron tantos grandes.


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